Con el firme compromiso de amortizar el precio del curso y la esperanza de que el programa me ayudara a adentrarme en las entrañas del periodismo más veraz, llegué a la hora prevista el primer lunes cuando, para mi sorpresa, no era el único de mi clase que allí se había congregado. Momentos antes de que diera comienzo la primera conferencia, los pocos personajes que nos conocíamos de primero de carrera nos reunimos a las puertas del salón de grados con el tono de murmullo que caracteriza a la incertidumbre ante algo que es nuevo y que en efecto es interesante.
Entramos, por fin, haciendo hueco a los que serían compañeros nuestros a lo largo de la semana. La más joven, una muchacha de 18 años. El más longevo, un señor de aspecto emprendedor que sobrepasaba los 70. Nos recibieron los directores de la COPE y máximos responsables del curso, y tras celebrar la inauguración del curso, sin más dilación, pasamos a recibir las magistrales clases de profesionales como Francisco Gamero, Fran Ronquillo, etc. a base de anécdotas, consejos y lecciones personales. Ante el miedo de que la cosa aburriera al personal, Joaquín López-Sáez ya se encargó de puntualizar que al curso se venía a conocer a fondo la práctica de la televisión y radio, pero también a escuchar, cosa perfectamente entendible pero asombrosamente olvidada los días posteriores, cuando la estrategia de los responsables de coordinación tuvo que consistir en pasar la lista de firmas en momentos donde el lleno del auditorio brillaba por su ausencia.
Ante tanta expectación, ante las tan numerosas y dignas personalidades que asistieron al curso, hubo, a mi parecer, gente que aprovechó para el desahogo crítico ante lo que consideraban ataques contra su persona por parte de aquellos a los que la COPE les parecía un medio más de crispación que de divulgación crítica de lo real y a veces intratable por otras cadenas, simplemente por temor al poderoso. A raíz de ahí se produjo un gran debate, y José Luis Restan se mostró convencido y sin complejos al anunciar como respuesta, como tiempo después haría Ignacio Villa, que la COPE no ha de tener miedo a nada ni a nadie ante lo que ellos consideran plasmación de la dura realidad en el ente radiofónico. Hubo también gente que prefirió mirarle los dientes al caballo, y denunciaba –con todo el derecho del mundo- los paupérrimos incentivos (me niego a denominarlos salarios) que muchos becarios de convenio recibían en sus primeros años de periodista-vepo (ve por esto, ve por lo otro…). Señor, un periodista tiene que ser crítico y reivindicativo, pero a la vez realista con el mundo en que se mete. Si se es novato en dicho mundo, la crítica le abrirá muchas puertas, pero si se prescinde de una mínima orientación de dicho mundo, el desastre puede ser total. La orientación sobre el mundo del diarismo es básica: no vas a salir colocado de la facultad; hay que luchar. El hecho de que la denunciante no haya dado la menor importancia a la existencia de este foro común es la prueba más fidedigna de que el interés está en lo que está. O es que simplemente, no hay interés. La pena de los debates fue el escaso tiempo de coloquio… lo sanamente fructuoso fue la enorme disparidad de ideas y conceptos de entre la secreta multitud de asistentes al curso.
En el terreno práctico no hice más que llevarme alegrías. Nunca había entrado en los platós de mi facultad, – salvo en una ocasión en la que me llamaron para un casting, en el que no triunfé- y una enorme ilusión invadió mi cuerpo cuando entramos todos juntos acoplándonos en aquella mesa redonda (de caballeros y de señoras). Ubaldo Buitrago, hasta entonces un hombre anónimo para mí, fue aquella voz de siempre que anunciaba las mejores promociones locales que se daban en los muchos concesionarios y polígonos industriales de nuestra ciudad, y esa tarde, la primera en que nos sentábamos frente a los micrófonos, pudimos ver entre risas su denotada alegría, una alegría que nos fue infundida a lo largo de nuestras aleatorias aportaciones en el ejercicio de locución comercial. Lo mismo con Manuel Salvador. Ambos se esmeraron, de buena gana, por ser profesores por un día.
Lo ‘morboso’ del programa fue sin duda el personal docente, que estuvo compuesto por la plana mayor de COPE Sevilla; qué mejor inicio que este en el mundo profesional de los media locales. Los amigos de Carlos Herrera, empezando por García Barbeito, nos dejaron en el recuerdo una bonita comparecencia que se llevó el aplauso de muchos asistentes y no menos carcajadas de muchos de ellos. Muchas anécdotas, muchos consejos, inmersos en un inmejorable ambiente. Tampoco faltó el rastro femenino de Elsa González, ni la participación de los peces gordos como Antonio Ocaña, personajes muchos de ellos provenientes de Madrid cerciorados de que aquellas palabras valían para algo. Merecía la pena tomar un AVE, o dos, o los que fueran, por una buena causa, por una memorable campaña basada en la disertación.
Y peloteos aparte, en definitiva, por mi parte se han cumplido todas las predicciones. No me esperaba tantas conferencias en la parte teórica, pero puestos a analizar, en 7 días que contenía el programa sería ridículo protestar por ello. Sería una total banalidad reclamar otra forma de darnos conocimientos teóricos, no ya porque el ejercicio periodístico se entienda como más práctico que otra cosa, sino que unos simples esquemas y dictados no podrían –a mi parecer- superar la utilidad y trascendencia de las tan provechosas comparecencias por parte de los verdaderos profesionales de la radio.Rafael González García de Cosío (elrafaelo@hotmail.com)-www.falethinkings.blogspot.com
lunes, 1 de octubre de 2007
MEMORIA DEL CURSO
UN REPASO A LO QUE HE VISTO, OÍDO Y TRABAJADO
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